Mi sobrino es un terremoto!!!

¡Hola queridas lectoras! Hoy quiero contaros una historia que me tiene todavía en shock. Hace poco me mudé a mi casa nueva, y estaba emocionadísima de tener mi propio espacio, todo perfecto, cada cosa en su lugar. Todo era paz y armonía… hasta que me ofrecí a cuidar a mi sobrino por una noche.

Mis cuñados tenían planes para ir a cenar y luego al cine, así que me pidieron el favor de quedarme con él. Yo, en mi inocencia, pensé: «¿Qué tan difícil puede ser? Solo es una noche, en mi preciosa casa nueva». Ja, qué equivocada estaba.

Mi sobrino, que tiene cinco añitos y es una bolita de energía, llegó con una sonrisa que auguraba que la tranquilidad que había en casa iba a durar poco. Al principio todo iba bien. Nos sentamos en el salón a ver una peli de dibujos, y hasta le dejé comer algunas galletas (que, como era de esperar, acabaron repartidas entre el sofá y la alfombra nueva). Pero lo peor estaba por venir.

Después de la peli, cuando pensaba que ya estaba algo cansado, de repente mi sobrino se levantó como si hubiera recibido una dosis extra de azúcar. Comenzó a correr por toda la casa, explorando cada rincón. «¡Tía Susana, tu casa es como un castillo!» gritaba mientras saltaba de un lado a otro. ¡Se le ocurrió que las cajas vacías de la mudanza eran perfectas para construir una fortaleza! Y no, no estaba jugando tranquilamente, sino que arrastraba las cajas de un sitio a otro a toda velocidad.

Intenté que se calmara un poco ofreciéndole su tablet, pero la abandonó en menos de cinco minutos. Cuando desapareció de mi vista por un segundo, supe que algo estaba tramando. Me asomé por el pasillo y allí lo vi, ¡en mi habitación! Había descubierto mi maquillaje y estaba decorándose la cara con mi pintalabios rojo, que además había decidido extender también por mis nuevas sábanas blancas. ¡Os podéis imaginar mi cara en ese momento!

«¡Nooo, mi cama nueva!» le dije, intentando no sonar desesperada. Él, muy orgulloso, me respondió: «Mira, tía, ahora somos iguales», mientras me mostraba su cara llena de pintalabios. Respire hondo y decidí que, al menos, la cama se podía lavar… ¡pero qué noche me estaba dando!

Finalmente, después de correr detrás de él, de juegos, cuentos y alguna que otra negociación, logré que se quedara dormido. Me quedé sentada en el sofá, observando el caos a mi alrededor. Galletas por el suelo, las cajas de la mudanza por todo el salón y mi cama, en fin, mejor no hablar de eso.

No puedo evitar pensar que mi sobrino es un auténtico torbellino en potencia. Me encanta pasar tiempo con él, pero confieso que después de esta experiencia, ¡mi casa nueva necesita un descanso!

Ahora, en serio, ¿alguien conoce algún psicólogo infantil que me pueda recomendar para ayudar a canalizar toda esa energía? 😅